jueves, 10 de junio de 2010

Efecto imitación

Javier Moreno en Libertad Digital

No tiene mucho sentido pedir cuentas a la ministra de Igualdad, como ha hecho el PP, por el número de muertes achacables a la incorrectamente denominada violencia de género o violencia machista. Del mismo modo que Bibiana no tiene culpa de nada, tampoco se podría atribuir ningún mérito en caso de que hubiera descendido la mortandad asociada a esta clase de violencia. Sencillamente, la perfectamente inútil labor desarrollada por su Ministerio no afecta ni en un sentido positivo ni en un sentido negativo al número de asesinatos perpetrados por hombres contra mujeres. Son otros los factores causales. Ayer escuchaba a una psicóloga hablando por la televisión de ciertas correlaciones verosímiles entre crisis económica o clima y violencia. Aunque la correlación no implique causalidad, es bien sabido que la violencia, sea machista o no, aumenta con el aumento de las temperaturas y también que la precariedad económica puede impulsar a las personas a comportarse de forma, digamos, más agresiva. Otro factor supuestamente influyente es el de los mensajes y valores transmitidos por los medios. Se dice que la televisión muestra demasiada violencia. No obstante el mensaje arrojado por los medios, resulta ser más perjudicial en sus valores implícitos que en la violencia que explicita. En nuestra televisión patria se transmiten a diario neovalores, que algunos llamarían sin alejarse demasiado de la verdad contravalores, por eso de que, en su pretendida novedad, atentan contra los valores más tradicionales (esos cuya longevidad se debe por lo general al mérito, pues han superado la prueba del tiempo). Dichos neovalores, al carecer de cimientos, y partir solamente de una crítica a la tradición, se argumentan y defienden desde el relativismo, en particular el moral. Sea como fuere las causas profundas que originan y subyacen esas lamentables explosiones de violencia están más en la naturaleza masculina que en las nefandas influencias del medio social.


Pero ¿cómo afectan los medios, a juicio de la ministra de Igualdad, a la violencia machista? A través del "Efecto Imitación". Los maltratadores en potencia se activarían, como autómatas, tras pulsarse un interruptor en su cerebro determinista; al contemplar noticias sobre otros maltratos imitarían ciegamente al perpetrador.

Ciertamente una de las cosas que nos distingue como especie biológica es la capacidad de imitación. Lo que sucede es que tendemos a imitar aquellos comportamientos que consideramos provechosos, sea porque quien los practique tenga éxito social, sea porque logre algún objetivo material o existencial cuya consecución resulte altamente gratificante. Así, resulta más verosímil que imitemos, por ejemplo, a las estrellas del cine, la política, el deporte (¡Bravo Nadal!) y la televisión, cuyo actuar en el mundo les depara tantos bienes y parabienes (dejemos a un lado los respectivos méritos), que a un fracasado que no encuentra otra salida en su vida que matar a su pareja o ex pareja.

Dentro del relativismo ambiente del que hablaba, se puede llegar al paradójico extremo de que los villanos sean tratados como héroes. No otra cosa ha sucedido con los filoterroristas de la flotilla "solidaria" abordada por el ejército israelí. Los medios nos los han vendido como bienhechores de un pueblo humillado, que afrontan el peligro para llevar a sus gentes una ración de pan que llevarse a la boca. Los israelíes, por contra, se han presentado como los verdaderos terroristas. La realidad es más compleja, y del todo distinta, por no decir directamente opuesta. Pero eso no importa, el "efecto imitación" ha surtido su "efecto" en menos de una semana. Un grupo de jóvenes y jóvenas, miembros y miembras del estudiantado de la Universidad Autónoma de Madrid, se han lanzado a agredir salvajemente a un par de tímidos científicos israelíes, que venían a hablar de energías renovables. Y los gays de Zerolo (a la izquierda) repudian a los gays judíos.

Y es que cuando lo malo se vende como bueno y lo bueno como malo, lo más probable es que el ciego imitador se comporte mal, creyendo obrar correctamente.

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