Un aniversario previsiblemente insulso de la Constitución nos ha traído sin embargo una inesperada novedad. El estado de alarma puede ser decretado para devolver la normalidad a los servicios públicos esenciales. Ese es al menos el aparente consenso de constitucionalistas y opinión pública. No lo comparto porque me cuesta calificar de calamidad pública o catástrofe natural el cierre del espacio aéreo. Pero como no soy experto jurista, acato su sabia doctrina y me limito a extraer las consecuencias oportunas. Teníamos un problema y lo hemos resuelto es el nuevo catecismo de la izquierda. Sobra recordar que cuando Aznar pronunció esa frase ardió Troya, pero la vida cambia y las opiniones también, según el color del gobierno de turno.
(...)
Propongo aplicar a la educación la doctrina Rubalcaba, no me atrevo a llamarla Zapatero porque todavía ando buscándole. Hay un problema, resolvámoslo. Suspendamos los derechos sindicales de los profesores y maestros, recalculemos sus horas de trabajo para incluir solo las que están dentro del aula, retirémosles el derecho a elegir a los directores de Centros y de organizar su jornada de trabajo, ignoremos sus propuestas educativas pues solo piensan en mantener sus privilegios, liberémosles de la captura sindical, animémosles a delatar las presiones recibidas de sus colegas y representantes, amenacémosles con importar profesores —los hay a manadas en el mundo hispánico y a menor coste—, y si aún así se resisten procesémosles por sedición.
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