miércoles, 13 de abril de 2011

Aprenda tertulianés

Antonio Burgos en ABC

Como hay un Lenguaje Progre, del que Mario Flores ha publicado un diccionario con su traducción castellana, existe también en España otro idioma que da muchísimo prestigio social: el tertulianés. Como el francés, el inglés o el portugués, el tertulianés es una lengua con sus propias normas, su vocabulario y su gramática. A mí me gustaría una enormidad hablar tertulianés, pero aún no soy capaz. Estoy tratando de aprenderlo. He buscado inútilmente un manual de «Tertulianés para Provincianos» o algo así, un Método Assimil del tertulianés, pero no existe. Lástima, porque yo quisiera ir por ahí por las radios y las televisiones, como tantos, ganándome unos jornales muy curiosos como «analista político», profesión que, como los duros antiguos, «es la cosa más graciosa que en mi vida he visto yo». La vez primera que escuché lo de «analista político», yo sabía lo que era un analista: un señor con una bata blanca que está en su laboratorio haciendo análisis de sangre y de orina. Y sabía lo que era la política. Y como soy un cateto de provincias, me creí que un analista político era un señor que se dedicaba a sacarle los lípidos al poder y los triglicéridos a la oposición, y que le hacía a España un hemograma completo.

Pero no. Los analistas políticos son unos señores que en las tertulias de Radio o TV proclaman con gran solemnidad las mayores obviedades y chorradas, gracias al idioma que hablan: el tertulianés. Ya digo que he tratado de aprenderlo en los libros, pero me he tenido que conformar con pegar el oído e ir anotando sus frases más comunes. Por ello puedo ofrecerles este breve prontuario, algo así como un «Aprenda tertulianés en 10 días». Basta para ello que antes de decir una obviedad con mucha solemnidad, antepongan un remoquete, característico de la lengua tertuliana. He aquí un mínimo repertorio de frases que no dicen absolutamente nada, pero que a estos tíos les quedan del carajo:

«Hasta donde yo sé».

«Visto lo visto».

«A día de hoy».

«Dicho lo cual».

«Más pronto que tarde».

«Hay que contemplar dos escenarios».

«Esa opción no se compadece con...».

«Estamos hablando de...».

«Es un tema de mucho calado».

«Es un asunto de largo recorrido».

«Va a ser que no».

«Es por ello que».

«Según las fuentes que manejo».

«Depende de la deriva que tome».

«Hay que ponerlo blanco sobre negro».

«Con la que está cayendo».

Con estos remoquetes absolutamente no significantes, bien administrados, puede usted autoconstruirse un perfecto discurso y romper a hablar en correctísimo tertulianés. Por ejemplo: «A día de hoy y hasta donde yo sé, falta ponerlo blanco sobre negro, pero es un asunto de mucho calado que va a tener un largo recorrido, y es por ello que depende de la deriva que tome, ya que según las fuentes que manejo y con la que está cayendo, creo que va a ser que no».

Ah, bueno, y si al final de todo hace un descenso a Arniches o a la Verbena de la Paloma, queda ya cumbre. En perfecto tertulianés, esas camelancias de las solemnes obviedades conviene rematarlas con un castizo: «Macho, que te han pillao con el carrito del helao».

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