martes, 5 de abril de 2011

Un zombi anda suelto

Tomás Cuesta en ABC

A Zapatero, dicen unos, le ha echado su partido. A Zapatero, según otros, le han temblado las piernas. ¡Quite usted allá, ignorante!, aseguran, muy serios, los finos analistas que saben de qué va esto. A Zapatero, alma de cántaro, le ha puesto firme la parienta. La clave del intríngulis, la cifra y la respuesta, se encuentra —«Cherchez la femme!»— en la esposa canéfora. O sea, que, por lo visto, y aunque cueste creerlo, el problema de España ya no se llama Zapatero. El señor presidente se ha extraído a sí mismo del fondo (de reptiles) de su proverbial chistera y ha vuelto a correr un estúpido velo sobre el agónico paisaje del presente. Al cabo, a la fuerza ahorcan y, mientras no claree, le sale más a cuenta encarnar al Gatopardo que dárselas de aprendiz de Maquiavelo: «Plus ça change, plus c'est la même chose». De tanto en tanto, hay que fingir que todo cambia para lograr que todo siga igual que siempre.

Lo cierto, en cualquier caso, es que ha llegado el martes y seguimos uncidos al mismo yugo que el viernes. Ni las cifras del paro, ni el alza continua de las hipotecas, ni la amenaza letal de un estancamiento con inflación que parece dibujarse ya como la siguiente plaga bíblica, ni la incertidumbre financiera, se han modificado un átomo. ¿Qué es lo que de verdad ha terminado? ¿Puede sensatamente llamarse a esto un fin de partida?

Cambian las ficciones: ese tejido de fantasías que sirve para ocultar la mugre sórdida de la realidad política. Y las palabras bajo las cuales se encubre la desagradable continuidad de los hechos. Rodríguez Zapatero sigue en La Moncloa. Tiene un año por delante. Gozando de la inmensa ventaja que da ser un zombi, de la impunidad que se concede a aquel al cual se declara ya muerto: a un muerto es al único al que no se puede matar. Y, como proclama el clásico, «tenemos que sufrir aún más por causa de los muertos que por causa de los vivos».

Y la verdad es que un muerto que se sienta en la presidencia del consejo de ministros posee privilegios fantásticos. Puede desentenderse el tedioso día a día. Y dedicarse a las grandes cuestiones socialistas, de cuya estofa está hecho el catastrófico infantilismo que nos hundió en estos años. Porque ha sido socialismo, literal y, por ello, desastroso, lo aplicado por Zapatero sobre el laboratorio español hasta llegar al callejón sin salida. La ingeniería social, la loca legislación «de género», el providencialismo que alucina un acuerdo de paz con la ETA… El zombi Zapatero tiene hoy las manos libres, el colmillo afilado y el ánimo resuelto. La Moncloa, que era el infierno de Sonsoles, es ahora el limbo de un genuino «walking dead», del más encopetado de los muertos vivientes.

Sólo una moción de censura a pecho descubierto podría poner coto a tal «delirium tremens». El problema es que la norma constitucional —la misma que viste entuertos y calza desafueros— contempla únicamente la «moción constructiva», esto es, aquella en la que el promotor del desafío está obligado a diagnosticar la enfermedad y a establecer el tratamiento. Y, puesto que a grandes males corresponde aplicar grandes remedios, el líder del PP calla, y por tanto otorga, para no darle cuartelillo al pregonero. «Do you remember Cameron?» Pues eso: pachorra y tiento al tiento.

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