sábado, 11 de junio de 2011

Y tú más

Juan Manuel de Prada en ABC

Desde que ganaran las elecciones, andan los peperos muy alarmados con la posibilidad de que las comunidades autónomas y municipios que han arrebatado a los sociatas escondan un déficit muy superior al que hasta ahora se ha declarado; y se trata, desde luego, de un temor muy fundado... en la experiencia que los peperos poseen de las comunidades autónomas y municipios que han gobernado. Los sociatas, por su parte, sospechan que la alarma de los peperos no obedece sino al intento de justificar los recortes que se proponen realizar; sospecha que, nuevamente, es muy fundada... puesto que esos recortes son, justamente, los que los sociatas tendrían que haber hecho, si hubiesen sido mínimamente responsables. Hay algo pueril y exasperante en este cruce de acusaciones que trata de endosar al adversario una responsabilidad solidaria; y esa puerilidad exasperante adquiere ribetes pavorosos si consideramos la circunstancia presente, con un erario público quebrado y en parihuelas.

Peperos y sociatas lo saben de sobra: el modelo de gasto público es insostenible; y si se ha sostenido hasta la fecha ha sido sobre la mentira, con unos niveles de endeudamiento mastodónticos que ninguna economía sana puede soportar. Lo saben de sobra; pero el pesebre partitocrático había hallado en este modelo de gasto público la levadura perfecta para asegurar el crecimiento monstruoso de sus estructuras, y el cloroformo idóneo para extender una red clientelar. Durante décadas, los partidos se han dedicado a crear artificialmente necesidades inexistentes entre la «ciudadanía» (así llaman al pueblo reducido a masa amorfa, en constante solicitud de «prestaciones» y «derechos»), para después satisfacerlas mediante un crecimiento hipertrófico de la administración; y así han logrado, so capa de atender los requerimientos de la «ciudadanía», poner el Estado al servicio de los partidos políticos, que al cobijo de un modelo de gasto público insostenible han logrado hacerse con el control de las instituciones (desde los sindicatos al poder judicial, pasando por las universidades, las cajas de ahorro o la prensa), a costa de dejarlas hechas unos zorros.

Pero el flujo del dinero se ha cortado. ¿Y qué hacen nuestros partidos políticos? Echarse los trastos a la cabeza, según la consigna partitocrática al uso: «Y tú más». Tal consigna les ha procurado, desde luego, beneficios pingües, pues mientras se lanzaban los trastos en la cabeza, fomentando la demogresca, mientras exaltaban los intereses particulares a costa del bien común, lograron que el crecimiento hipertrófico de las estructuras partitocráticas pasase inadvertido; o que, si se advertía, se considerase un mal menor, pues entretanto se satisfacían los intereses particulares de la «ciudadanía», esa masa amorfa en constante solicitud de «prestaciones» y «derechos». Ahora que el flujo del dinero se ha cortado, la consigna del «Y tú más» suena ridícula y anacrónica; pero es el único asidero al que pueden aferrarse, porque saben que la cruda y escueta verdad los deja sin la levadura y sin el cloroformo que permitió su expansión. Y saben que una administración despojada de sus excesos hipertróficos no les garantiza la subsistencia. Están dispuestos, como Sansón, a morir matando, aferrados a la cantinela del «Y tú más»; pero los vapores del cloroformo se empiezan a disipar, y temen que el monstruo que crearon —la «ciudadanía» ahíta que ahora no tiene un mendrugo que llevarse a la boca— se revuelva contra ellos.

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