La «primera república negra del mundo», que la mitología nacional erige en epopeya, se alza, así, sobre el solar devastado de lo que fue un paraíso. ¿Luego? Tiranos inimaginables. Magos tribales que gobernaron a golpe de arbitrio absoluto y de vudú. Duvalier, el más pintoresco en lo sanguinario. No el único. Y la última esperanza de Haití se la llevó por delante, en 2004, Jean-Bertrand Aristide, un clérigo reconvertido en hechicero, al cual soñamos un día portador de democracia para su trágico pueblo. Jamás hubo un Estado allí. Ahora, hay nada.
lunes, 18 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario