Habituado como está al coro de halagos que le dedican los medios adictos a la Moncloa, que en España son la práctica totalidad, no tolera que alguien le chafe su campaña electoral permanente. En Europa, sin embargo, las sonrisas, las vaguedades y el humo no son bien recibidos y surge lo que no tiene en casa: el escepticismo y la crítica.
sábado, 9 de enero de 2010
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