¿No debiera ser la pieza principal del escándalo, si es que hay que escandalizarse para ser un buen ciudadano, el hecho de que se convoquen, ya en el siglo XXI, puestos de trabajo de claro anacronismo y cuyo principal atractivo está en su inexpugnabilidad? Un ujier de una institución, pública o privada, tiene en nuestros días la misma funcionalidad que un sereno de los de antes, o la de un farolero con perilla para encender la luz de gas. No contentos con gastarnos una fortuna pública en formar a un titulado superior, ¿le condenamos de por vida —por feliz que le haga la condena al interesado— a realizar una función que, como la de los aguadores o los maleteros de estación, ya no tiene razón de ser? Seguramente no tenemos arreglo y ese es, en verdad, el motivo del escándalo.
sábado, 30 de octubre de 2010
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