La ley de Moore fue formulada en 1965, nada menos, y predecía que cada año durante la década siguiente se doblaría el número de transistores que "entran" en un espacio dado. Lo que hizo Gordon Moore, quien tres años más tarde fundaría Intel, fue extrapolar el progreso que había tenido lugar desde la invención del circuito integrado en 1958 hasta el momento de escribir su artículo. Diez años más tarde cambió su predicción y amplió el periodo de uno a dos años. Y desde entonces hasta ahora ha dado en el clavo.
Todos los chips del mundo están hechos de transistores: es el ladrillo con el que se construyen ordenadores, calculadoras, móviles; en fin, todo lo que lleve algo de electrónica, que a estas alturas es todo, incluyendo los libros. Cuanto más pequeños, más rápidos son –porque la corriente tiene que recorrer menos espacio– y menos consumen –porque se reduce la resistencia–. Así que el hecho de que la ley de Moore se cumpla es, digamos, de lo más conveniente para disfrutar del nivel de vida que tenemos hoy.
Actualmente, la tecnología de fabricación más avanzada permite construir un transistor de silicio que ocupa sólo 22 nanómetros. Pero el mismo Moore ha dicho que su ley dejará de cumplirse por el 2020, más o menos. Algunos son más pesimistas y creen que el progreso parará cuando se alcancen los 18 nanómetros, lo cual tendrá lugar por el 2014. IBM se cubrió de gloria asegurando que la ley de Moore dejaría de estar vigente en diez años allá por 1978... y de nuevo en 1988. El mismo Moore dijo en su día que el progreso finalizaría cuando se alcanzaran los 250 nanómetros, algo que sucedió en 1997.
Sin embargo, los grandes de la industria pretenden alcanzar los 10 nanómetros por 2016 y ya se ha construido un transistor de sólo 4 nanómetros, si bien el proceso está lejos de poder industrializarse. La ley de Moore parece que tendrá aún unos cuantos años de vigencia, pero lo cierto es que llegará un momento, sea dentro de una, dos o tres décadas, en que se encuentre con barreras físicas fundamentales. ¿Qué sucederá entonces? Bueno, lo ha dicho el propio Moore: cambiaremos de tecnología. Ya se está desarrollando un sustituto, el memristor. Y se están investigando por vías completamente nuevas, como la óptica o la cuántica, que no dependen del silicio.
Lo cierto es que no sólo los transistores han seguido una ley exponencial como la de Moore. Durante los últimos años, múltiples tecnologías han duplicado sus beneficios de una forma tan regular como los microchips, aunque con periodos distintos. El ancho de banda, los megapíxeles de las cámaras, la capacidad de los discos duros... se duplican en un periodo que va de ocho a treinta meses. Este ritmo de mejora se limita a cosas que funcionan mejor cuanto más pequeñas son: no sucede lo mismo con los aviones ni los coches. ¿Es esto inevitable? ¿Es una ley casi natural?
La verdad es que no. Moore aseguró que su ley era básicamente económica. Sin duda es en parte una profecía autocumplida: las empresas cuentan con que va a suceder y los objetivos se ajustan a esa predicción. Gracias a ella, vivimos una edad de oro de la tecnología, y recogemos sus frutos sin darnos demasiada cuenta de lo asombrosos que son. Merece la pena pararse a pensar en ello, aunque sea muy de vez en cuando.
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