Alicia Delibes en Libertad Digital
En su último libro, Los usos del pesimismo, el filósofo británico Roger Scruton utiliza el término "optimistas sin escrúpulos" para designar a aquellas personas que cuando buscan soluciones a un problema, imaginan un ideal y apuestan por él con auténtico fervor, sin tomar nunca en consideración el coste de un posible error y sin responsabilizarse de los efectos de sus creencias. Para los optimistas sin escrúpulos, sus críticos no son simplemente individuos equivocados, "son seres diabólicos interesados en destruir las esperanzas de toda la humanidad, y en reemplazar la bondad cordial hacia nuestra especie por un cinismo cruel".
Bien podría ser esta iniciativa parlamentaria del PSOE de regular los juegos de los niños un buen ejemplo al que aplicar la teoría de Scruton. Resultaría que un puñado de optimistas sin escrúpulos quiere construir una sociedad donde hombres y mujeres sean iguales y tropiezan con un obstáculo difícil de solventar y es que los hombres no se comportan de igual forma que las mujeres, a veces porque no quieren y otras porque no pueden.(...)
Para Scruton "la peor clase de optimismo sin escrúpulos es la que animaba a Lenin y a los bolcheviques, la que les llevó a creer que ellos habían puesto a la humanidad en el camino que conducía a la solución de problemas remanentes de la historia y a destruir todas las instituciones y procedimientos que servían para corregir los errores".
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