Siento una apremiante curiosidad por saber el nombre (y los apellidos) del genio que ha engendrado o alumbrado la idea, y, sobre todo, la cantidad que le estamos pagando mensualmente. Cualquiera que sea ésta, se la merece. Casi ha conseguido convencerme de la necesidad de suprimir por completo el Estado, antes de que acabemos todos en el frenopático. A veces, las ocurrencias mentecatas tienen cierto valor pedagógico. El programa del Tea Party parece una broma comparado con el que necesitaríamos en España para liberar a la población de la banda de psicópatas que nos pastorea. Si alguien, después de conocer esta última parida gubernamental, no ha llegado a la conclusión de que el vicepresidente tercero está del tanque cuando afirma que la mencionada ley «supone un paso más hacia la igualdad y termina con la diferencia de género», es que se ha puesto a delirar al unísono con un poder ejecutivo demenciado.
domingo, 7 de noviembre de 2010
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