martes, 4 de enero de 2011

Mariano y Pepín

Ignacio Ruiz Quintano en ABC

El fascismo antitabaquista ha echado a la calle a la gente que mataba el insomnio en los bares. «¿Usted ha estado enamorado alguna vez?». «No. Yo siempre he sido camarero». Y en la calle todo el mundo habla de Cascos, rechazado por las febles damas del PP y su centrismo zen. Primero, Pizarro. Ahora, Cascos. ¿Qué tienen en común? Para empezar, la brillantez. Ser brillante en un partido resulta tan escandaloso como estar sano en un hospital. Y luego, ay, la fealdad. Pizarro y Cascos son dos tipos feos que no tienen sitio en esa Galerías Preciados que viene montando Mariano Rajoy, el Pepín Fernández de la derecha española. «Mire usted —se quejaba Pepín Fernández a Ruano—, hay capítulos inexcusables y desesperantes. ¿Sabe usted que he de emplear unos cuarenta minutos diarios sólo en contestar las cartas de recomendación para el personal femenino?». Y así es como se imagina uno a Mariano, enchufando dependientas. Mariano tendrá que colgar en la calle de Génova el descortés y famoso rótulo del pequeño comercio galdosiano: «No confundirse con la tienda de al lado». La tienda de al lado es la de Zapatero, claro, que hace tiempo que colgó ese cartel. ¡Mariano y Pepín! Ruano veía en Pepín a un gran capitán de los números cuyas batallas resultaban victorias de cantidad. Veinte años estuvo Pepín en Cuba y veinte años debe de llevar Mariano en la oposición, que en España es La Habana con menos negritos, un terrón de azúcar en medio de mares amargos, la cuna del relajo, que no es la decadente relajación, sino el suave abandono, tan típico, nos dice Foxá, como la «gana» española o la «saudade» portuguesa, o «il dolce far niente» napolitano: «El relajo es dejar hacer, el no importa, el filosófico para cuatro días que vamos a vivir, traducido a la dulzura tropical. Con el relajo se puede disculpar casi todo; es una sonrisa; es una comprensión humana; un sentido benévolo y optimista de la vida». Cascos, ¿para qué?

No hay comentarios: