martes, 22 de marzo de 2011

Comillas raras

Carlos Rodríguez Braunen La Razón

Titular de «El País»: «La Complutense investiga la “profanación” de una capilla». Se refiere a la capilla del campus de Somosaguas, en cuya Facultad de Económicas soy profesor desde hace más de treinta años, y que como es sabido fue invadida por unos individuos que se desnudaron y besaron en el altar, al grito de «Contra el Vaticano poder clitoriano» o «Menos rosarios y más bolas chinas». Algunas personas mostraron la barriga donde habían escrito palabras como «deseante», «bollera» o «bisexual». Llevaban imágenes de Benedicto XVI con una cruz gamada en el pecho. Grabaron sus actos, hicieron fotos y al salir pasaron junto a pintadas donde se leía: «Arderéis como en el 36» o «La única iglesia que ilumina es la que arde». Todo esto nos llena a muchos alumnos y docentes de vergüenza e indignación. Pero además me intriga que el periódico escribiese «profanación» entre comillas. Raro. El entrecomillado parecía apuntar no tanto a la descripción de un hecho como al reflejo de una opinión de un tercero, como el arzobispado, al que se cita textualmente para señalar su peculiar punto de vista subjetivo. Veamos. Según el DRAE profanar es «tratar algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos profanos» o «deslucir, desdorar, deshonrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables». Raro. Según nuestra lengua lo que sucedió en la capilla fue una profanación y no una «profanación», como tituló «El País». ¿Por qué las comillas?

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