lunes, 25 de abril de 2011

Examen para bachilleres

Juan Manuel de Prada en ABC

El examen de «cultura democrática» que ABC proponía ayer a cuatrocientos estudiantes de bachillerato en trance de estrenarse como votantes deparaba resultados más bien penosetes; aunque no todas las enseñanzas que de esos resultados pueden extraerse deban calificarse de catastróficas, por cierto. Yo diría que el examen nos confronta con una realidad desoladora, que es el deterioro de nuestro sistema educativo; con una certeza irrefutable, que es el desinterés de nuestros jóvenes hacia los avatares de la politiquilla (que a veces es también desapego hacia el régimen democrático actual); y con un atisbo de esperanza, que es la relativa impermeabilidad de los jóvenes a la propaganda mediática. Por empezar por esta enseñanza más halagüeña, comprobamos que los bachilleres españoles no saben quién es el actual ministro de Industria o el presidente de Radio Televisión Española. ¿Hay algo de malo en ello? Yo diría que no; antes el contrario, considero que su ignorancia aquí puede calificarse de benéfica y saludable, pues demuestra que sus conexiones neuronales aún ejercen cierto grado de bendita resistencia ante la avalancha de información inútil que las apedrea. A mi juicio, resulta mucho más provechoso que los jóvenes sepan que al presidente de Radio Televisión Española lo elige el partido que gobierna para que ejecute obedientemente sus consignas y garantice la provisión de alfalfa propagandística; y que se puede ser ministro de Industria —o de cualquier otra cosa— aunque tu ejecutoria política sea una calamidad con balcones a la calle, con tal de que seas amiguete del presidente de turno y le hayas mostrado adhesión inquebrantable y lacayuna. Yo no sé si los bachilleres españoles saben estos rudimentos; pero que no sepan el nombre de tal o cual gerifalte perecedero se me antoja un signo consolador. Así, al menos, sus conexiones neuronales puedan emplearse en saber quiénes fueron Aristóteles o Calderón de la Barca.

Pero tal vez nuestros bachilleres, que no son tan tontos como tendemos a figurarnos (aunque, desde luego, sean víctimas de un sistema educativo que se afana por convertirlos en dos tontos y medio), sepan perfectamente cómo se eligen en España los ministros y los presidentes de los medios de adoctrinamiento público, aunque no sepan los nombres de quienes adventiciamente ocupan tales cargos o poltronas. Y este conocimiento de lo que verdaderamente importa tal vez sea el que provoca su olímpico desinterés por los avatares de la politiquilla (en lo que demuestran una sabiduría encomiable) y su desapego hacia el régimen democrático actual, en lo que vislumbramos signos preocupantes. Pues para acabar con las lacras que corrompen el régimen democrático actual (para evitar que los ministros sean elegidos por amiguismo o que los presidentes de los medios públicos sean meros ejecutores de consignas y proveedores de alfalfa propagandística) se requieren españoles dispuestos a combatirlas; y aquí podríamos preguntarnos si ese desapego hacia el actual régimen democrático que revela el examen propuesto por ABC no es en realidad un desapego fomentado, cultivado, jaleado por quienes tienen la responsabilidad de estimular el juicio crítico de nuestros jóvenes. Podríamos preguntarnos si ese desapego no es, en realidad, la actitud más provechosa para una casta política que contempla con deleitosa satisfacción la paulatina conversión del pueblo español en ciudadanía pasiva, atiborrada de consignas y propaganda ideológica.

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