domingo, 5 de junio de 2011

Indignados

José María Marco en La Razón

En 2000 la Real Academia de la Historia fue objeto de un duro ataque en respuesta a un informe que la propia Academia había elaborado sobre la enseñanza de la historia impartida en los centros de enseñanza media. Desde entonces, la Real Academia se ha abstenido de intervenir en las polémicas que han cambiado la percepción que los españoles tienen de su propia historia. La abstención no dice mucho de la gallardía de los académicos, ni de su consideración para con los que han vivido las polémicas en primera línea. Tal vez la prudencia haya hecho posible que después de casi trescientos años de existencia la Academia haya elaborado al fin un Diccionario Biográfico que esperamos sea pronto publicado en Internet, para ser consultado por todos. Mientras tanto, algunas de las entradas del nuevo Diccionario –no todas– han suscitado la ira de los guardianes de las esencias de la historia oficial. Se ha llegado a hablar de destruir esta edición, como en los buenos tiempos de la Inquisición y del estalinismo. En la ofensiva ha participado toda la tropa progresista, abundante, bien cuidada y entrenada en estas lides. La sobreactuación indica que estamos ante una farsa propagandística o una provocación, de las muchas que vamos a sufrir en los próximos tiempos ante el éxito electoral del PP. Convendría no empeñarse en responder. Por otra parte, los apuntes de independencia del Diccionario evidencian que los guardianes de la ortodoxia no controlan ya la historia. Esto resulta particularmente peligroso para una izquierda como la española, cohesionada no por un programa o por una posición ante la realidad, sino por mitos fundadores propiamente delirantes, pero alimentados de continuo. Esta izquierda es irreformable. En este caso, lo mejor que se puede hacer es continuar con la tarea de sacar a la luz la historia auténtica, sin dejarse contagiar por la paranoia de izquierdas.

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