Pablo Molina en Libertad Digital
La izquierda es muy dada a aderezar sus actos populares de censura con ciertos despliegues físicos –una ración de pescozones a miembros del PP, por ejemplo–, pero sus revueltas siguen considerándose a todos los efectos unos acontecimientos exquisitamente democráticos protagonizados por "el pueblo". Es más, en el acto de exaltación sindical celebrado en Madrid poco antes de la huelga general (sic), los liberados pedían la dimisión de Zapatero con mayor vehemencia que las familias de los contribuyentes que se atrevieron a hacer lo propio en el pasado desfile de la Fiesta Nacional. Sin embargo, los primeros siguen siendo abanderados del progreso social, mientras los segundos son considerados unos mercenarios del fascio irrecuperables para la democracia.
lunes, 18 de octubre de 2010
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