Editorial de Libertad Digital
La última de estas ofensivas contra las instituciones la encontramos en la reforma de la Ley del Registo Civil por la cual, en ausencia de acuerdo entre los padres, se suprime la prevalencia del apellido paterno sobre el materno y se la sustituye por el orden alfabético de los apellidos. Se trata de una medida del todo innecesaria, para la que ni mucho menos existía un "clamor social", y que sólo generará nuevos conflictos allí donde no los había.
(...)
La normativa vigente ya concedía un amplio margen a la autonomía de la voluntad, pues los padres podían acordar el orden de los apellidos de su hijo. Además, debería resultar evidente a todo el mundo que la ocurrencia del Ejecutivo, en caso de aplicarse consistentemente, sólo llevará a la extinción de todos aquellos apellidos que, como Zapatero, se encuentran al final del orden alfabético, de modo que según pasen las generaciones los apellidos de toda la ciudadanía exhibirán una tendencia a ir concentrándose en las primeras letras del abecedario hasta el punto de que la función última de los apellidos (distinguir a unas personas de otras) se verá frustrada por entero.
viernes, 5 de noviembre de 2010
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