lunes, 10 de enero de 2011

El Tea Party no disparó a Gabrielle Giffords

Editorial de Libertad Digital

Ha bastado con que un desequilibrado disparase a la congresista demócrata Gabrielle Giffords y a la multitud que la rodeaba para que el griterío histérico de la izquierda occidental –cada vez más parecida en Estados Unidos y en Europa– se haya vuelto a escuchar con fuerza. Así, en pocas horas, cuando apenas existía información fidedigna de lo ocurrido, se construyó la delirante teoría de que el criminal, Jared Loughner, era un fanático seguidor del Tea Party y, muy en especial, de Sarah Palin, autora intelectual última del atentado.

Poco ha importado que Loughner tuviera entre sus libros de cabecera el Mein Kampf y el Manifiesto Comunista –escasamente favorables a los principios de libre mercado que propugna el Tea Party–, que sus compañeros de instituto lo calificaran como persona de izquierdas, que su odio declarado hacia Giffords se remontase a 2007, cuando ni el Tea Party existía ni Palin gozaba de relevancia alguna, o que el ala más radical del Partido Demócrata estuviera muy enfadada con Giffords por no haber votado por Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara de Representantes.

Lo único que ha movido a una parte de la izquierda –que en nuestro país incluye a la práctica totalidad de los medios de comunicación– ha sido crear un muñeco de paja a raíz de un drama humano para poderlo instrumentar políticamente. No es que en España no hayamos padecido execrables maniobras parecidas, pero no convendría olvidar lo poco que algunos valoran su integridad en la arena ideológica.

No hay comentarios: