Cabalgando siempre tras la propia y total incompetencia, un supervicepresidente ubicuo y sesgado releva en sus funciones a una vicepresidenta desertora que, por los síntomas, ya encontró el pórtico de su incompetencia en el Consejo de Estado, en donde tendrá oportunidad de destejer alguno de los mantos que tejió en el Gobierno. Más limpio parece lo de Esteban: hace el ridículo, pero ella sola y frente al resto del mundo. Sin recurrir al Presupuesto.
sábado, 6 de noviembre de 2010
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