Rafael Sánchez-Ferlosio en El País
El fundamento de mi desazón es bien distinto y bastante más grave. Es la naturaleza de automatismo, de reflejo mecánico, que ha llegado a adquirir en nuestros días el aplauso. En las televisiones se está aplaudiendo constantemente a todo, en todo el día no se hace otra cosa que aplaudir, no se hace cosa de provecho en todo el día. En los entierros el aplauso se ha hecho tan convencional que se mira como una descortesía el no aplaudir. Todavía disuena en los oídos de los mayores, acostumbrados al silencio entre los muertos, pero tal vez no sea ya más que otra convención para los jóvenes, aunque para nosotros tiene la estridente inoportunidad de ser una forma de expresión que comparte con ceremonias y ocasiones alegres y festivas.
lunes, 29 de noviembre de 2010
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