No por casualidad, a Zapatero le agrada definirse como laicista, que en su lenguaje no equivale a demandar la muy liberal –y muy cristiana– separación entre la Iglesia y el Estado, sino a erradicar cualquier manifestación pública de la fe católica.
A buen seguro, en todo esto estaría pensando Benedicto XVI cuando en su visita a España ha alertado contra el "laicismo agresivo" que se vive en nuestro país; laicismo agresivo que habrá podido comprobar en su propia piel con las muestras de odio de los grupúsculos y lobbies afines al socialismo radical y con el desprecio del mismo Zapatero, quien sólo se ha dignado a dedicarle diez minutos en una visita que ha durado dos días.
(...)
Lo que el laicismo agresivo propone no es que cada cual ejerza su libertad para formar parte de una confesión religiosa o para no hacerlo, sino que se margine y se "reeduque" a quienes eligen la "inconveniente" opción de ser católicos. El Gobierno socialista, con su Educación para la Ciudadanía y su, por el momento, aparcada reforma de la Ley de Libertad Religiosa, algo sabe sobre este asunto. Normal y deseable que Benedicto XVI lo denuncie, aunque sea entre los berridos de quienes desconozcan o quieren desconocer que el ataque a la libertad religiosa constituye la voladura de uno de los últimos diques de contención del totalitarismo.
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